Proxi y el buceo en aguas profundas
Emiliano Chamorro me lo debe haber sugerido en junio de 2019: hacer un seminario semanal sobre futuro, cambio, creatividad, economía, ramos generales, los temas sobre los que escribo más seguido. Mi primera reacción: “Ni loco”, esto es demasiado ambiguo, a nadie le va a interesar.
Pero Emiliano insistió, me dijo que hiciera el intento, que su papá psicoanalista había armado tiempo atrás un ciclo semanal que salía muy bien. Acordamos encarar una prueba de dos meses, los lunes a las 18 horas, en la sede de Aráoz del Instituto Baikal, a ver para dónde disparaba la cosa. Sugerí el nombre “Proxi: Exploraciones sobre los Próximo”, que hace unos años me regaló el creativo Carlos Pérez, director de la agencia BBDO.
Ya desde el primer mes del ciclo (agosto de 2019) comprobé en carne propia dos máximas requeté-contra validadas de las ciencias del comportamiento: lo malos que somos los seres humanos para estimar bienestar emocional y lo pésimos que somos para planificar. Sobre el primer punto, Proxi fue por lejos el proyecto que más me divirtió en el último año. Sobre el segundo punto, el formato que preparé y me imaginé previamente, un cronograma de cada clase con miles de sub-secciones de algunos minutos cada una, voló por los aires a los dos lunes de empezar.
Lo interesante y lo divertido, nos dimos cuenta, estaba en lograr la mayor profundidad posible en las conversaciones con la gente fuera de serie que nos visitaba. Y Proxi dejó de ser un dispositivo cargado de chirimbolos (el plan original) y pasó a ser más un “tono” de charla íntima, de fogón, donde lo más rico y nutritivo sucede, la mayor parte de las veces, después del minuto 40. Alberto Naisberg, que viene a Proxi desde el primer encuentro y a sus 95 años no se perdió ni una clase, me dijo una vez que ese momento de flujo que surge en una charla después de un buen rato era algo que siempre remarcaba el médico y psiquiatra Enrique Pichón-Riviére.
Es una dinámica que sucede también con las entrevistas períodística (el “título” aparece en el momento de mayor relajamiento). De hecho, cuando reviso algunas notas del curso para escribir ya sé que tengo que ir al “último tercio” de lo anotado, que ahí está lo más valioso. Me divierte que una consigna de los dos cursos que doy en Baikal (Proxi y Revolución Senior) sea la misma: “Lo mejor pasa después de los 40”. Referido a “minutos” en el primer caso, y a años de la vida en el segundo.
Hay un criterio para invitar entrevistados: cracks en lo suyo, empáticos para charlar y buenas personas. Ya pasaron por el seminario, entre otros, el basquetbolista Pepe Sanchez, Andrei Vazhnov, Narda Lepes, Tamara Tenenbaum, Walter Sosa Escudero, Emiliano Kargieman, Santi Bilinkis, Martu Rua, Hinde Pomeraniec, Carlos Perez, Andrés Hatum, Eduardo Levy Yeyati, Azucena Gorbarán, Ricardo Perez Truglia, Flor López Boo, Pablo Férnandez, Carlos Diuk, Leticia Gasca, Marcelo Rinesi, Andrés Malamud, Fernando Polak, Tomás Ocampo, Nacho Zuccarino, Alexis Caporale, Ernesto Weissmann, Carlos Miceli, Manuel Torino, Juan Pablo Varsky, Vicky Semeshenko, Fernando Zerboni, Rebeca Hwang y Joaquín Navajas.
El eje es siempre “futuro cercano” y cambio: de la inteligencia artificial, de la complejidad, de la comida, del deporte, de tendencias culturales, de la política o de las pandemias (Polak habló de este tema en un Proxi de noviembre de 2019), de las redes sociales, de los medios y otros vectores temáticos. Trato de mantener un equilibrio entre “nerdaje extremo” y temas más masivos, y también entre divulgación y caja de herramientas (de productividad, creatividad, recomendaciones de libros, etc).
El otro factor importante del engranaje es la altísima calidad de las preguntas del auditorio. Establecimos ciertos criterios que tomamos de la tradición de Baikal y previamente de Serendipity: las consultas tienen que “terminar con un signo de pregunta”, y damos un premio simbólico al final de cada clase para la mejor pregunta. A Proxi asisten médicas, periodistas, psicoanalistas, creativos, dueños de empresas de medios y grupos de auditorías, un gerente de una empresa chilena de alquiler de helicópteros, expertas en innovación y género, ex basquetbolistas profesionales, un ingeniero que vive en Tel Aviv y una curadora rusa de arte, entre otras disciplinas.
Esta diversidad nutre la calidad de la conversación grupal. Gente super capa en las dos puntas del intercambio de ideas. La charla se va a armando en la semana previa, con feedback permanente con los invitados y el auditorio. Y sigue en los días siguientes con un mail con las principales referencias. El pasaje al formato online nos permitió multiplicar por 750 el potencial de interés temático medido en calidad de invitados y asistentes (población mundial dividido por los habitantes de CABA).
Las sesiones se graban para tener un backup pero no se distribuyen y son en estricto off the record. “Lo que pasa en Proxi queda en Proxi”, lo cual nos permitió tener charlas con altos directivos de Facebook, Google o el Banco Mundial sin el “casette” o encorsetamiento de su filiación corporativa. Aprender conceptos que nunca van a aparecer en una convención o en una nota periodística.
Me gusta pensar en Proxi como una excursión de buceo en aguas profundas. Nunca hice buceo de verdad, y el fin de semana leí que Barbados está analizando dar ciudadanías por un año para mudarse a esa isla a hacer trabajo remoto mientras dure la pandemia. Sueños por ahora medio inalcanzables, pero al menos en lo que refiere al “océano de conocimiento” podemos acercarnos de manera metafórica a los animales y corales de profundidades (que como dice el director de cine David Lynch en “Atrapa al pez dorado” son los más interesantes) en esta charla de fogón que hacemos todos los lunes a las seis de la tarde.