El jardín de los senderos que se bifurcan
Publicado en la revista Sur en 1941 y dedicado a Victoria Ocampo, fue el primer libro de Borges traducido al inglés en 1948. Como dice el prólogo, es una pieza policial. Y, como Dani Molina ya nos enseñó, Borges es un degenerado.
Además de degenerado, en algún sentido, parece que es monótono: “Toma sólo algunos géneros y los hace infinitos”.
Por Dani sabemos que Borges entregaba manuscritos. En caso de material mecanografiado, gran parte tenía correcciones a mano. Pero, de los más de 500 manuscritos, ninguno quedó para las bibliotecas argentinas. Así, nos enteramos de algún pequeño error de trascripción, pero nada que opaque la coalescencia del tiempo.
“Es un cuento encajado. Tipo mamushka”, “(…) en Borges cada detalle está para que, lo que tenga que pasar, pase bien”. Cumpliendo con el género, inspira misterio y suspenso, pero no tiene uno sino un encajado de mensajes cifrados. Si cada detalle hace al cuento, los nombres no son una excepción. Cada nombre, o la ausencia de un nombre, esconde un significado en sí mismo. Con singularidades que “argentinizan” lo europeo en 1916 y con un oriental en Inglaterra como protagonista, el cuento en sí mismo se bifurca, converge y diverge. Es un policial atravesado por muchas otras cuestiones filosóficas.
Dani, casi como un detalle más para que “lo que tenga que pasar pase bien”, se convierte, tal vez sin darse cuenta, en otro espía. Una mamushka todavía más grande. El protagonista para guiarnos en descifrar otras de las pistas que se pueden develar. “Borges es para leer muchas veces”. Cada vez, se descubren cosas nuevas.
Clara Vizcaíno